Cuento: "EL ÁRBOL
DE LAS VARITAS MÁGICAS"
de Ricardo Mariño, por Norma Aleandro
Cuento: "EL ÁRBOL DE LAS VARITAS MÁGICAS"
Faltaba poco
para que empezara la función del Circo de los Hermanos Tortorella. El público
ya estaba acomodado en sus butacas; los artistas tenían puestos sus trajes y
esperaban ansiosos detrás del telón.
Como hacía
siempre antes de la función, el Fabuloso Mago Kedramán fue a su camarín a
ensayar su número.
Pronunció las
palabras mágicas; “Protomedicato... protomedicato...” y a continuación pidió:
“Que aparezca una cala... que aparezca una cala”.
Finalmente dio
dos golpes con la varita mágica sobre su galera y esperó...
Apareció una
calandria.
El Fabuloso Mago
Kedramán pensó que algo debía haber fallado en sus pases mágicos, así que
volvió a probar. Esta vez le pidió a su varita que hiciera aparecer un palo...
Apareció una
paloma.
El Mago Kedramán
miró preocupado a su varita. Por las dudas, siguió probándola:
Le pidió una
cana.
Apareció una
canaria.
Le pidió una
bala.
Apareció una
balanza.
Y ya, tirándose
los pelos de rabia...
Le pidió una
sopa.
Apareció una
sopapa.
Le pidió una
bomba.
Apareció una
bombacha.
¡La varita
funcionaba mal! ¡Y faltaba muy poco para que él tuviera que hacer su número!
¿Qué podía hacer? El Fabuloso Mago Kedramán decidió que lo mejor era consultar
a un varitero.
El varitero era
un hombre barbudo y panzón, que en su juventud había sido mago en los mejores
circos del mundo, y que ahora se dedicaba a reparar varitas mágicas. Nunca
había logrado arreglar ninguna, pero era el único varitero de la ciudad.
El Fabuloso Mago
Kedramán llegó agitado a la casa del varitero y casi a los gritos le explicó su
problema.
El varitero
estuvo un momento pensativo, rascándose la barba, y por fin dijo:
—Ya sé, esta
varita exagera. Hay que cortarle cinco centímetros.
—¿Está seguro?
—preguntó tímidamente Kedramán.
—¡Pero claro,
hombre! Agarre ese serrucho y córtele cinco centímetros.
El Mago Kedramán
le cortó cinco centímetros a la varita y enseguida la probó:
Le pidió un
soldador.
Apareció un
soldado.
Le pidió un
geniol.
Apareció un
genio.
Le pidió seda.
Le dio sed.
—Ajá —murmuró el
varitero, rascándose la barba y la nariz—. Ya sé: tiene que agarrarla al revés.
Pruebe agarrándola por el otro extremo...
El Fabuloso
Kedramán la probó tomándola al revés...
Le pidió una
banana.
Apareció un
ananá.
Le pidió una
cala.
Apareció un ala.
Le pidió un
barco.
Apareció un
arco.
—Ajajá —murmuró
el varitero, rascándose la barba, la nariz y la frente—. Ya sé: córtela por la
mitad.
—¿Usted cree que
cortándola puede andar bien? —preguntó Kedramán.
—¡Pero por
supuesto! ¿Quién es el varitero? ¿Usted o yo? Córtela por la mitad y pruebe.
El Fabuloso
Kedramán la cortó por la mitad y probó:
Le pidió un
camaleón.
Apareció una
cama y un león.
Le pidió un
soltero.
Apareció un sol
y un tero.
—Ajajajá
—murmuró el varitero, rascándose la barba, la nariz, la frente y la nuca—.
Córtela en tres...
—¿En tres?
—¡En tres sí! ¡Y
pruébela!
El Fabuloso
Kedramán la cortó en tres y la probó:
Le pidió una
balanza.
Apareció una
bala, un ala y una lanza.
Le pidió un
terremoto.
Aparecieron una
erre, un remo y una moto.
—Ajajajajá
—murmuró el varitero, rascándose la barba, la nariz, la frente, la nuca y la
oreja—. Córtela en cuatro...
—¡No!
—¡Sí!
—¡No!
—¡En cuatro! ¡Y
pruébela!
Refunfuñando, el
Fabuloso Mago Kedramán cortó la varita en cuatro partes y la probó:
Le pidió un
astrónomo.
Aparecieron un
as, un astro, un trono y una botella de ron.
Le pidió una
comarca.
Aparecieron una
coma, un mar, una marca y un arca.
—Ajajajajajá
—murmuró el varitero, rascándose la barba, la nariz, la frente, la nuca, la
oreja y el cuello—. Ahora córtela en cinco...
—¡BASTAA! —gritó
enojado el Fabuloso Mago Kedramán—. No pienso cortar más la varita. ¡Me cansé!
—el varitero lo miró asustado—. ¿Sabe qué voy a hacer? Le voy a pedir a la
varita que se arregle ella misma.
Kedramán tomó
las cuatro partes de la varita y pronunció la palabra mágica: “Protomedicato...
protomedicato... ” Después pidió que la varita se arreglara sola.
Hubo como una
pequeña explosión y una humareda. Kedramán y el varitero miraron asustados.
Cuando el humo
desapareció, el Fabuloso Mago Kedramán y el varitero ya no estaban en la casa
de éste, sino en una montaña de Arabia.
Ante ellos había
500 árabes con turbante blanco y un árabe con turbante rojo. El árabe con
turbante rojo miró al Mago Kedramán, al varitero, y a los 500 árabes de
turbante blanco y dijo:
—Síganme...
Caminaron
durante unos minutos hasta que llegaron a un bosque y se internaron en él. De
pronto, el de turbante rojo se detuvo ante un gigantesco árbol y dijo:
—Es éste. Este
es el árbol de las varitas mágicas. Hay que arrancar una rama, la más alta, y
hacer con ella una varita. Enseguida, señalando a uno de los de turbante
blanco, le ordenó:
—Sube tú,
Abdulito.
El hombre trepó
ágilmente hasta llegar a la rama más alta. La arrancó y bajó rápidamente.
Después, frotó la rama entre sus manos y se la dio al que estaba segundo en la
fila. El segundo frotó la rama entre sus manos y se la pasó al tercero. Y el
tercero al cuarto y el cuarto al quinto, hasta llegar al número 500. Cuando el
número 500 la terminó de frotar y se la pasó al de turbante rojo, la rama era
ya una varita perfectamente pulida y reluciente.
Entonces el
árabe de turbante rojo hizo una reverencia y le alcanzó la varita al Fabuloso
Mago Kedramán.
No bien Kedramán
agarró la varita entre sus manos, volvió a formarse la humareda. Cuando el humo
desapareció, los árabes ya no estaban, y el Mago Kedramán y el varitero
volvieron a aparecer en la casa del varitero.
—Probémosla
—dijo ansioso el varitero.
—No, no hay
tiempo —contestó nervioso Kedramán—. Me tengo que ir volando para el circo...
Entonces la
varita tembló en las manos del mago e inmediatamente apareció una alfombra
mágica.
—¡Es un
fenómeno! —exclamó el varitero—. ¡Qué bien la arreglé!
Kedramán se
sentó en la alfombra y salió volando por la ventana. Pasó por encima de los
edificios de la ciudad y llegó al circo justo cuando el príncipe Patagón lo
estaba anunciando. Dio varias vueltas por encima del público y aterrizó en el
centro de la pista.
El público
gritaba: ¡Genio!
El único
problema que tiene desde entonces el Fabuloso Mago Kedramán es que cada vez que
le pide a la varita un pan francés, aparece un pan árabe y, si le pide una
camilla, aparece un camello. Pero en todo lo demás, no falla nunca.
FIN
Libro:
Cuentos del circo. Ricardo Mariño.
Colección:
Libros del Malabarista. Ediciones Colihue. 1990.
Tapa
del libro: Juan Manuel Lima
Reseña:
La
sardina Divina Mastrota sueña con ser una estrella del espectáculo, los tres
payasos llegan tarde para salvar a la esposa del equilibrista, al gran mago
Kedramán no le funciona la varita mágica, Adalberto, el perro que escribe,
comete errores por andar enamorado... cosas buenas y malas que pasan en todos
los circos.
Índice:
Carta
a los chicos …5
Nace
una estrella …11
Tres
héroes …21
El
árbol de las varitas mágicas …33
Otra
del fabuloso Mago Kedramán …47
Ladrando
bajo la lluvia …61
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(El
árbol de las varitas mágicas: Mención Concurso Literario Editorial Susaeta,
1987.)
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